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Selma Lagerlöf 1909 |
¿Conocen el cuento de la creación petirrojo? Cuenta que Dios
cuando estaba creando al mundo tuvo mucha paciencia para crear a los animales.
Cada uno de ellos tenía características y dones que los destacaban. Incluso
Dios tuvo que castigar a la abeja por atacar a los seres humanos para que no
tomaran la miel que había producido, también hizo que las orejas del burro
fuesen grandes para que pudiese escuchar su nombre. Ya que el pobre Dios estaba
cansado de repetirle varias veces su nombre. Estuvo creando y creando durante
todo el día hasta que al final decidió crear a un pajarito gris y decretó que
aquella ave se iba a llamar petirrojo. El ave fue feliz mientras paseaba por el
paraíso, agotado después de mucho tiempo por andar volando sin un rumbo
específico decidió irse a contemplarse a sí mismo y se dio con la sorpresa que
era gris. Eso le entristeció completamente... ¿Por qué le llamaban petirrojo si
no tenía ni un rastro de color en su plumaje? No le veía el sentido a su
nombre. Por lo que con mucho temor se fue volando al trono donde Dios estaba
sentado, cada vez se acercaba más y más... y más hasta que se posó en su mano.
Dios viendo que le quería decir algo le concedió el habla, dispuesto a
escucharlo. El petirrojo le confesó sus dudas... ¿Por qué se llamaba así si era
completamente gris? Ansioso esperó la respuesta del Señor y por consiguiente
esperaba que tal vez a Dios se le hubiera olvidado de ponerle sus plumitas
rojas. Contra toda expectativa Dios no le dio la respuesta que esperaba, el
Señor le respondió que por algo le había puesto ese nombre, que petirrojo era y
petirrojo lo sería siempre. Y lo más importante nuestro Señor le encomendó que
tenía que ganarse las plumas rojas en su pecho. El petirrojo todo confundido y
triste se preguntaba cómo podía cumplir esa misión que Dios le había dado,
siendo un especie tan pequeña y débil. Intentó mil maneras de hacerlo y no lo
logró.